jueves, 22 de enero de 2015

Museo Archivo de la Fotografía celebra semana de género

Fuente: excelsior.com.mx

Se abordarán cuestiones sobre la población Lesbiana, Gay, Bisexual, Transexual, Transgénero, Travesti e Intersexual

22/01/2015 17:01  NOTIMEX

CIUDAD DE MÉXICO, 22 de enero.- Con motivo de la semana de perspectiva de género, el Museo Archivo de la Fotografía (MAF) ofrecerá un ciclo de pláticas y talleres el 23 y 30 de enero, así como el 6 y 13 de febrero.

La pedagoga Citlalli Hernández, creadora del proyecto, aseguró que con estas actividades se busca compartir y vincular las posturas y formas de pensar sobre diversidad sexual, discapacidad, personas de la tercera edad y perspectiva de género, para lo cual se empleará el acervo fotográfico del MAF.

Lo anterior a partir de un aprendizaje intelectual y emocional de los participantes para poder reconocer tanto diferencias como puntos en común entre todos los sectores sociales, informó la Secretaría de Cultura capitalina mediante un comunicado.

El ciclo iniciará el viernes 23 con la conferencia informativa “Todos sentimos lo mismo. Diversidad sexual”, en donde se abordarán cuestiones sobre la población Lesbiana, Gay, Bisexual, Transexual, Transgénero, Travesti e Intersexual (LGBTTTI).

Tanto conferencia como taller tomarán imágenes del archivo para mostrar lugares y situaciones del pasado y reflexionar sobre la condición y desarrollo de la comunidad hasta la actualidad.

El 30 de enero tendrá lugar la charla “¿Cómo pasa el tiempo?” enfocada en las personas de la tercera edad, quienes se espera reflexionen sobre la percepción de los adultos mayores antes y ahora, su participación en sociedad y sus intereses.

Una persona de la tercera edad será la encargada de dirigir esas reflexiones, mientras comparte con los asistentes algunas imágenes de la ciudad que evocan sus vivencias.

La semana de perspectiva de género continuará sus actividades en febrero con una experiencia sensorial de hora y media de duración para personas con discapacidad visual y las normo visuales, quienes estarán en igualdad de condiciones al portar un antifaz y experimentar algunas de las fotografías del MAF de forma tridimensional a partir del uso del oído y del tacto.
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domingo, 4 de enero de 2015

'Yes, We Fuck!', un documental sobre sexo y discapacidad, busca financiación en Internet

Fuente: cascaraamarga.es

El trabajo muestra imágenes explícitas de la vida sexual de sus protagonistas para normalizar sus vidas.


Yes, We Fuck! es el nombre de un documental que busca financiación en Internet a través del método del 'crowdfunding' y que quiere abordar dos temas en conjunto como son la sexualidad y la discapacidad.

Yes, we fuck! no es sólo un documental que quiere abordar la sexualidad en personas con diversidad funcional, sino un proyecto donde la gente participa, dialoga y, sobre todo, cuestiona; en el que las redes sociales tienen una importancia fundamental. Además, el proceso de elaboración está sirviendo para tejer alianzas entre diferentes colectivos que trabajan políticamente cuestiones vinculadas al cuerpo y la sexualidad (diversidad funcional, feminismos, transfeminismos, LGBT, queer, intersex, personas obesas, entre otros).

El documental nos muestra seis historias en torno al sexo y a la diversidad funcional, historias reales y diversas donde el sexo se convierte en un arma de placer en pro de los derechos individuales y colectivos de las personas.

El filme tiene el objetivo de alcanzar los 12.000 euros en los próximos 25 días (ya lleva recaudados más de 4.000). Antonio Centeno y Raúl de la Morena son los artífices de este proyecto, que tiene como objetivo normalizar un aspecto de la vida privada de los discapacitados como es el sexo. Para ello, relata seis historias, que componen la columna vertebral del filme.

En ellas se podrán encontrar la de Miriam, una mujer en silla de ruedas, que relata cómo es su vida sexual con su pareja, Pama, nacido en la India. Oriol, un hombre con parálisis cerebral, relata cómo contacta a través de Internet con Linda, que realiza servicios de BDSM (siglas de 'bondage', 'disciplina y dominación', 'sumisión y sadismo' y 'masoquismo').

Ambos tienen su primera experiencia, Oriol en estas prácticas y Linda con un hombre con discapacidad. Otra protagonista del documental es Mertxe, una persona ciega que asiste a un taller en Madrid donde conoce a Kani, un chico al que le diagnosticaron sexo femenino en su nacimiento. Hay una última historia que aún no ha sido rodada: está reservada para un mecenas que, aportando 450 euros, relate su historia.

viernes, 16 de agosto de 2013

Educación sexual para bisexuales, lesbianas y mujeres con discapacidad visual

Fuente: diarioaxaca.com

México.- “Son poblaciones históricamente olvidadas” afirma Paulina Martínez de Musas de Metal Grupo de Mujeres Gay AC, al referirse a la educación sexual de las mujeres bisexuales, lesbianas y discapacitadas visuales.

La magnitud del problema lo cuantifica Paulina Millan del Instituto Mexicano de Sexología (Imesex): 8 de cada 10 Mujeres que tienen Sexo con Mujeres (MSM) no utilizan protección en las relaciones sexuales. El bajo índice se debe tanto a los mitos que descartan el contagio de Infecciones de Trasmisión Sexual (ITS) entre mujeres, como a la educación sexual centrada en la penetración de un miembro.

El caso específico de las mujeres bisexuales lo define Maya Ontiveros, de la organización Bilet de San Luis Potosí, “están entre el bien y el mal” por lo que reciben educación sexual heteronormativa pero no tienen asesoría sobre su vida sexual con otras mujeres.

El programa “Salud para nosotras”, auspiciado por el Centro Nacional para la prevención y Control del VIH/SIDA (Censida), Acciones Voluntarias sobre Educación en México A.C. (AVE) y Musas de Metal, es el primero en su tipo.

La primera etapa de “Salud para nosotras”, la formación de promotoras de educación sexual, se llevó a cabo del 4 al 10 de agosto en la Ciudad de México con 50 mujeres de 28 estados de la república que tendrán como tarea, el segundo paso: replicar los talleres y conocimiento dentro de sus propias comunidades.

El éxito de las jornadas de aprendizaje se debe, de acuerdo con sus organizadoras, a que se dan entre pares y se enfocan en “mujeres que son líderes en sus asociaciones” apunta Maribel Ortega, directora de AVE de México.

Los talleres de las mujeres con discapacidad visual se basaron en modelos de genitales: vulvas, penes, hechos a escala para ser tocados, para que a través de la exploración de maquetas puedan experimentar como afectan las Infecciones de Transmisión Sexual (ITS), desmitificar creencias y aprender sobre el VIH.

El trabajo de estas mujeres se torna especialmente relevante ante los anuncios de Censida, a inicios de agosto, en la que indicó el repunte de VIH en el país.

martes, 23 de abril de 2013

¿Le cuento de mi discapacidad a la chica que me gusta?

Fuente: REVISTAMIRALES on 23 abril, 2013 at 0:30

"Hola, en primer lugar quisiera daros la enhorabuena por la revista, aunque sea un espacio virtual (vivo en una ciudad de la montaña alicantina y los eventos que organizáis me pillan muy lejos por desgracia) pero de alguna forma conectamos muchas lesbianas y eso nos hace pensar “Mira, si hay más como yo”.

Os escribo porque estoy bastante preocupada por un tema y me gustaría buscar consejo.

Además de lesbiana soy discapacitada visual severa (sólo me funciona un ojo y del ojo que veo no tengo campo visual y además padezco ceguera nocturna). Hace unas semanas conocí a una chica, quedamos y la verdad es que cuando pude tenerla cerca me di cuenta de que me resultaba bastante mona. El caso es que me gustaría poder conocerla más, porque aunque físicamente me gusta y me atrae quiero saber más de ella.

El caso es que me da un miedo terrible contarle que casi no veo porque temo que tome las de Villadiego y desaparezca. ¿Que por qué pienso esto?, porque por desgracia mucha gente asocia discapacidad con inutilidad. Se creen que necesitamos un pastor que nos cuide las 24 horas del día (bueno, no rechazo mimos y atenciones, pero odio que me traten como una "minus-válida" y me sobreprotejan, además de que soy completamente independiente en mis actividades de la vida diária porque tengo ayudas técnicas). Aunque es posible que me equivoque, pero la posibilidad está ahí y eso me asusta porque me ha pasado otras veces. De hecho, iba con un grupo de lesbianas y nos juntábamos a hacer senderismo, pero como yo iba lenta y retrasaba al resto del grupo dejaron de llamarme.

Ella trabaja con enfermos de alzheimer y sabe que yo trabajo en la ONCE como profesora de braille y como monitora en Elche (voy y vengo con el autobús a pesar de lo mal comunicada que está la zona con transporte público) y por desgracia tengo que andar con gafas oscuras puestas en lugares con mucha iluminación incluso en interiores porque la luz me hace daño (y ella me ha visto así). Le conté que me había salido un pequeño edema en un ojo (que es verdad, pero no le he contado el resto por si acaso), de momento hemos quedado a plena luz del día porque me desenvuelvo mejor y así ella vé que soy independiente (en escaleras uso la técnica de contarlos y también cuento los pasos hasta mesas), pero seguramente algun dia me diga de quedar por la noche y entonces verá aparecer a una mujer con bastón blanco y seguro se sorprenderá.

¿Vosotras qué pensais?."   Leer los comentarios en este enlace

sábado, 10 de noviembre de 2012

No soy activista lesbiana; pido respeto a un derecho: Carla

Fuente: El Heraldo de Chihuahua   10 de noviembre de 2012

Denuncia al Campestre no fue por protagonismo

"Sólo me cobijo en la ley para que reconozcan mi matrimonio como legal", afirma
Javier H. Contreras Orozco

Chihuahua, Chihuahua.- "Yo no soy una activista lesbiana, ni pertenezco a una organización LGTBI. Lo único que demando es el respeto a un derecho que tengo", dijo a El Heraldo de Chihuahua la empresaria Carla Herrera, quien interpuso una demanda por la vía penal en contra del Club Campestre por discriminación, al negarle el acceso a su esposa.

Carla Herrera, quien en los últimos días ha despertado interés a nivel nacional por haber solicitado que a su pareja con la que contrajo matrimonio en el Distrito Federal la aceptaran como socia en el Club Campestre, dijo que su denuncia no fue por protagonismo, sólo que tuvo el valor de salir a la escena pública para exigir el respeto de un derecho y que asumía la responsabilidad plena de esta decisión.

"No me cobijé de ninguna organización para demandar mi derecho, sólo me cobijo en la ley y la confianza que tengo en el Código Penal de Chihuahua para que reconozcan mi matrimonio como legal. Asumo mi responsabilidad de exigir que respeten un derecho que tengo", afirmó. Asimismo, dijo que agradece y reconoce las muestras de apoyo y solidaridad que ha recibido de varias agrupaciones.

Este asunto -la denuncia penal- está en los tribunales. La Fiscalía ya está integrando la carpeta de investigación y por lo pronto, el presidente del Club Campestre ya se presentó a declarar. En esos días acudirán otros integrantes de la directiva de dicho club. Entre los escenarios que se plantea sobre el final de esta demanda está el de ganar y que se les restituya en el Club Campestre; la segunda posibilidad es de que pierda el caso y quede fuera del mencionado club, y no descarta -y está dispuesta- a una negociación para llegar a un buen arreglo.

Con una discapacidad visual desde que era pequeña, Carla Herrera dirige los negocios de su familia en un amplio, céntrico y moderno edificio, donde varios empleados y secretarias colocadas en diferentes cubículos llevan la administración de varios negocios. En este momento están en la construcción de una nueva sucursal de una franquicia de venta de hamburguesas al sur de la ciudad.

seguir leyendo... "El mundo cambia con tu ejemplo, no con tú opinión", dice Carla, al recordar la frase de Pablo Coelho, y al decir que este pensamiento lo aplica en su esquema personal.

Habla de que siempre ha participado en organizaciones para apoyar a los discapacitados, especialmente a los débiles visuales, por su propia situación, pero no pertenece a ninguna agrupación LGTBI ni tiene alguna bandera arcoiris, a los que respeta y agradece su apoyo. Acepta que el caso se ha polarizado y que el tema de la discriminación es el centro del debate. Afirma que ha habido varias personas y organizaciones que le han manifestado su apoyo, pero que ella se ha dedicado a las personas con discapacidad visual para que logren integrarse a la sociedad.

Niega el haber tenido relaciones sentimentales con alguna persona casada, como se había mencionado, pero admite que tuvo relación con una mujer que ya se había separado seis años antes de su esposo, por lo que considera que nunca generó un escándalo, ni acepta que por ese motivo o pretexto se le haya expulsado del Campestre.

Sobre el proceso legal que inició, sostiene que no lo hizo por protagonismo, sin embargo su postura es que se llegue hasta el final que sea necesario. Comenta que en un principio actuó de manera conciliatoria, pero recibió agresiones personales, por lo que considera que complicó la posibilidad de sentarse a platicar con los directivos del Club Campestre. Y ahora, con el juicio que se inició, será más difícil, afirmó.

Considera que el alcance jurídico del caso será que si gana la demanda, deberán de aceptarla a ella y su esposa, pues es lo que piden. No reclama dinero ni daños, sino sólo el reconocimiento legal de su matrimonio, respetando las diversas opiniones sobre uniones de personas del mismo sexo, pero ya hay una ley que contempla esas uniones.

Sobre la posibilidad de llegar a un acuerdo con sus demandados, Carla Herrera afirmó: "no tengo el ego, estoy abierta a una negociación posible, siempre y cuando me reconozcan mi derecho de estar casada con quien quiera".

lunes, 28 de noviembre de 2011

DISCAPACIDAD Y HOMOSEXUALIDAD (doble discriminación)

discapacidadeuts.wordpress.com

Las personas con discapacidad desde hace años han sido aislados y discriminados en diversos ámbitos de actuación como son la vivienda, la educación, formación, trabajo, ocio, transporte, etc. y si a esto le sumamos ser homosexual, las barreras se hacen más difícil de superar.

Es curioso que en muchas ocasiones las personas discapacitadas homosexuales se ven discriminadas dentro de los propios colectivos de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales (LGTB), un colectivo que ha luchado contra la discriminación llega a su vez a discriminar. Esto puede ser causa de la poca información que se tiene sobre la discapacidad o incluso a los prejuicios que la misma educación o sociedad nos ha transmitido: las personas discapacitadas y homosexuales son diferentes, la heterosexualidad es la norma de obligado cumplimiento, legitima y “natural” para todos, pensar que ser homosexual y discapacitado es algo imposible, debido a que se les considera asexuales, etc. para la sociedad es una gran tragedia.

Otro aspecto importante es la revelación al público de su condición homosexual, especialmente a la familia, es un momento duro y complicado, ya que temen perder el apoyo y el afecto de sus cuidadores y de sus padres, se sienten culpables de su condición, lo que dificulta su buena autoestima y su aceptación tanto en el mundo social como en el mundo interior de la persona. Para estas personas es muy complicado encontrar grupos de apoyo, ya que ellos mismos piensan que son seres carentes de deseos sexuales y con menos necesidad de recibir educación sexual, esto ocasiona menor conciencia del VIH, servicios de salud inaccesibles, profesionales no conscientes ni interesados en sus necesidades o padres desinteresados de las necesidades de sus hijos.

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También comentar que la subcultura gay se define sobre una sexualidad que rinde culto a la belleza llevandolo al extremo, quienes no se corresponden con esos ideales de la belleza, pueden tener dificultades a la hora de ser aceptados, esto afecta especialmente a las personas que sufren discapacidad física. Este rechazo y desaprobación en este aspecto, como en otros muchos, conlleva a la persona problemas como depresión, adicciones, culpabilidad, miedos, pensamientos suicidas, soledad, aislamiento emocional, rechazo familiar, etc. “Lamentablemente, así es que una minoria es excluida por otra minoria”.

Por último concluir diciendo que debemos acabar con esta invisibilidad que envuelve a las personas discapacitadas homosexuales, que todos tenemos derecho a la sexualidad, a la intimidad y a la satisfacción de las necesidades fisiológicas, incluyendo a las personas con discapacidad, estas personas tienen una sexualidad tan válida como la de los demás.

“La homosexualidad en el mundo de la discapacidad está aun en el armario”

FUENTES:

http://www.discapacitados-gay.org/
http://www.amicsgais.org/forums/showthread.php?t=548
http://ecoleganes.org/spip.php?article1644
http://www.redescristianas.net/2007/06/17/homosexualidad-y-discapacidad-una-doble-discriminacion-casi-invisible-javier-montilla/
http://www.enkidumagazine.com/eventos/texts/abstracts/A_067_TT.htm

Creado por Cristina Valdepeñas Jiménez

domingo, 12 de septiembre de 2010

Valiente testimonio de una mujer con discapacidad visual y lesbiana

Amar dando palos de ciega

dosmanzanas.com

No ser hetero o serlo a un porcentaje variable (véase la escala de Kinsey) no es fácil.

O al menos es lo que oigo decir y suelo leer a menudo. Que es una sociedad heterosexista, que a lo largo de la historia se nos persiguió, que en la Edad Media sodomitas y brujas ardían juntos en la hoguera, que en pleno siglo XXI aún hay países donde darle un beso a alguien de tu mismo sexo es arriesgarte a morir (y no de amor…¿o sí?), como si la estupidez humana no conociese de épocas ni lugares.

Despidos por orientación sexual, marginación social, persecución, discriminación, agresión física o verbal…

Son palabras muy feas, cargadas del veneno de siglos de prejuicios, que a la hora de definirte y aceptar tus sentimientos te echan para atrás porque son un presagio de lo que puedes llegar a padecer.

Un panorama nada alentador, pero que por suerte va cambiando poco a poco; el hecho de que podamos casarnos legalmente es una prueba de ello, aunque queda mucho camino por recorrer porque, como dijo Einstein, “es más fácil desintegrar un átomo que destruir un prejuicio”.

Algo muy parecido les sucede a las personas con una discapacidad.

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Ellos también tienen una historia bien cargadita de rechazo y marginación. En la más remota antigüedad (cuando aún se cazaba con flechas de sílex y un cavernícola grafitero se metió a hacer sus bocetos en Altamira) a las personas con algún déficit (léase que fuesen ciegos o que no pudiesen moverse) los dejaban morir de hambre. Eso era si desarrollaban el déficit de adultos, porque si nacían así, su viaje por la vida era como un suspiro. Ser ciego o no poder caminar en una sociedad cazadora era una clara desventaja, que la selección natural se encargaba de solucionar a su manera.

Eso de que los espartanos seleccionaban a los niños más fuertes no es ninguna invención del guionista de “300″; en la antigüedad llamada “clásica” se suprimía a individuos “no aptos”: eran sociedades guerreras y como le ocurrió al apuesto jorobado que pretendía luchar junto a Leónidas, quien no podía empuñar un arma no era apto.

Durante el Medievo ocurrieron cosas muy dispares: los ahora llamados discapacitados (en aquella época no eran tan suaves llamándolos) provocaban desde la piedad hasta la histeria: un epiléptico o un niño que hubiese nacido con graves malformaciones solo podían ser obra de Satán (y no me refiero al de “Bola de Dragón”). Y como toda obra del Maligno, debía ser erradicada. Desde antiguo el fuego ha sido considerado como un eficaz elemento purificador, junto con el agua. Solo que para casos más graves y muy a menudo por desgracia, el clero prefería echar mano del primero. Rameras del diablo, sodomítas e inútiles, sujetos a estacas clavadas en el suelo, ardiendo hasta la muerte en mitad de horribles gritos de dolor.

Sin olvidar la Alemania nazi, donde no solo se mataban judíos. Homosexuales y discapacitados eran también asesinados. No importaba que fuesen niños de corta edad.

A los homosexuales porque eran una aberración y temían que su corrupción llegase a tocar a los hermosos y perfectos arios (a las personas “normales” en general, pero cada cual barre para su casa) y a las personas con alguna discapacidad porque no eran aptos para la reproducción, porque podían engendrar otros seres imperfectos como ellos y eso le haría un flaco favor a la evolución de la especie humana.

Y hoy en día se ha avanzado bastante en lo que a derechos de las personas con discapacidad se refiere, pero se les sigue viendo con esa mezcla de lástima, admiración, rechazo y hasta repugnancia. En una sociedad que busca la perfección, que realza la juventud y exalta la belleza física, las personas cojas, sordas, ciegas o deformes son molestas para la vista.

Ambos colectivos, el LGBT y el de personas con discapacidad, considerados “non gratos” y dignos de lástima para esas personas llamadas “normales”: heterosexuales y sanos. Con la diferencia de que a los primeros se les culpabiliza de su mal, “son así porque quieren”, mientras que a los segundos les ocurre todo lo contrario porque a nadie le gusta ir en silla de ruedas o no ver u oír.

Ahora viene lo mejor: ¿qué ocurre cuando una persona, además de discapacitada es homosexual?.

“¿Pero eso existe?”.

Si, más de lo que quisiéramos imaginar. Pero son invisibles en su inmensa mayoría.

Si al hecho de tener una desventaja social por una discapacidad que no te deja desempeñar tus roles como el resto de los mortales le añadimos el extra de amar a personas de tu mismo sexo, las dificultades se multiplican. Y ya no digamos de aquellos gays o lesbianas que, por su grado de discapacidad, dependen de otras personas y deben permanecer dentro de sus armarios para evitar que su vida se vuelva una pesadilla.

La discapacidad no puede esconderse, pero la orientación sexual sí (hasta cierto punto). Por eso se prefiere pasar por hetero o asexual (ese sambenito que los “normales” se empeñan en colgarnos).

¿ColgarNOS?.

SI. Soy homosexual y discapacitada.

En mi caso es una discapacidad de tipo visual: visión monocular, menos del 10% de agudeza visual, ceguera nocturna y visión tuneliforme (mirad a través de un tubo de cartón y lo entenderéis).

Es desesperante muchas veces, más de las que quisiera, por ambas razones.

Ir a pedir trabajo y que me rechacen una vez sí y otra también porque “ellos no contratan a disminuidos” y yo con unas ganas locas de trabajar y poder independizarme.

Que al número de trabajos al cual puedo aspirar sea muy reducido. O son actividades que requieren visión o piden carnet de conducir. O la empresa “no contrata a disminuidos”. Y eso porque solo conocen una mitad de mí, la de “persona con discapacidad”. Imaginaos si se enteran que encima me gustan las chicas (si se quiere trabajar en sanidad puede ser peligroso)…

Si para colmo se vive en una población pequeña y cerrada (Alcoy no es precísamente un paraíso para vivir como gay o lesbiana), la cosa se complica. Los que vivís en “el culo del mundo” lo sabréis de sobra.

A la hora de ligar tampoco se tienen las puertas abiertas. Una chica, por muy guapa que sea, si lleva un bastón blanco lo más que despierta es curiosidad. Nadie se me acerca para invitarme a algo y “entrarme”, como mucho es para preguntarme si necesito alguna ayuda. Y yo tampoco soy muy consciente de a quien tengo al lado (a veces puedo quedarme hablándole al aire porque mi interlocutor/a se ha ido y ni me ha avisado).

O están saliendo conmigo un breve tiempo, encuentran un partido mejor y se van. Y eso me deja con un sabor amargo en la boca y una sensación de vacío, impotencia y rabia enorme.

Me gustaría, sin ánimo de aburrir, narrar un poco cómo me fue todo. Cómo se vive siendo homosexual y discapacitada.

A los pocos días de nacer, mientras me daba el pecho, mi madre vio que tenía una mancha blanquecina en mi ojo derecho. Como las madres son maniosas por naturaleza me llevó al médico. El galeno le dijo que con el tiempo acabaría por perder la visión, pero aquello yo lo sabría más tarde, cuando la profecía se cumplió y ya no podía ver a quien tenía delante de mí.

Desde que tenía 6 años, cuando llena de curiosidad le pedí a una amiga de 12 que me dejara ver sus desarrolladas tetas, me dí cuenta de que me gustaban muchísimo más las chicas que los chicos. Mi madre de algún modo lo entrevió (las madres son un poco brujas a veces) y me dijo que “a ver si te vas a hacer tortillera” con un tono de voz que me dio escalofríos (lo de la amiga nunca lo supo, por suerte).

Cuando yo tenía 12 años noté que poco a poco frente a mis ojos se iba formando una bruma blanquecina que me empañaba la visión. Y cada vez esa bruma era más densa. Y cada vez veía menos. Estuve en manos de oftalmólogos desde los 19 meses, porque lo mío es congénito. Pero jamás me había ocurrido algo así. Se lo dije a mi madre y, aunque ella sabía perfectamente lo que me pasaba, aunque sabía que lo que le contó el médico 12 años atrás se estaba cumpliendo, al parecer se negó a aceptarlo y prefirió callárselo. Si me lo hubiese dicho a su debido tiempo quizá hubiese podido comprender mejor lo que me pasaba y me habría ahorrado mucho sufrimiento.

-Son imaginaciones tuyas, cariño- me dijo.

Pero yo cada vez veía menos. Ya apenas veía la pizarra en clase y desde la primera fila. Los profesores me tachaban de “vaga”, “problemática” y “rara”. Ya necesitaba acercarme las manos a la cara y mirar entre mis dedos para ayudarme a enfocar los objetos lejanos, cosa que me convirtió en objeto de burla por parte de mis compañeros de clase. Comenzaron a ponerme la zancadilla, a esconderme cosas, a tirarme piedras a la salida del colegio. Y yo cada vez iba viendo menos y odiando más a la gente de mi alrededor. Como veis el acoso escolar no es cosa de hace 10 años o menos.

Ante semejante bombardeo, mis padres decidieron cambiarme de colegio y me llevaron a uno religioso. Allí encontré dos bandos opuestos: los que me rechazaban (la mayoría) y los que trataban de ayudarme, en general profesores y religiosos y algún compañero comprensivo. Y eso contribuyó a que el resto de compañeros me tuviesen aún más tirria. Encima de cegata, pelota.

Para colmo, el Hermano Gildo nos dio un día una “charla” sobre sexualidad y dijo sin tapujos que los homosexuales eran unos enfermos. Y en casa siempre he oído comentarios homófobos, sobretodo por parte de mi padre. Miel sobre hojuelas.

Ya tenía 13 años, apenas podía ver a quien tenía delante y ya usaba una talla 100 de sujetador, a pesar de mi edad. Eso provocó que los chicos me intentasen tocar los pechos casi de continuo y que un amigo de la familia, un hombre mayor que por suerte falleció hará 7 años, abusase de mí, pero por miedo me callé.

Ya había llegado un punto en que no podía seguir estudiando como una persona “normal” y mis padres decidieron pedir asesoramiento. La persona que me atendió me dijo que a lo único que podría aspirar una persona ciega era a vender cupones de lotería por las calles.

Decidimos probar suerte en la ONCE, por sugerencia de uno de los religiosos del colegio. Allí la cosa cambió drásticamente. Conocía a otras personas con problemas en la visión, como yo y ya no me sentí tan sola, pero con tanto palo recelaba de todo el mundo. Conocí a una chica, ciega de nacimiento, llamada Ana, que de algún modo consiguió rascar bajo mi coraza y acabó convirtiéndose en la única amiga de verdad que he tenido en toda mi vida, más que mi amiga la consideraba como la hermana que jamás tuve.

Con el tiempo me afilié a la ONCE, obtuve ayudas técnicas y pude seguir estudiando, a la vez que mi amistad con Ana crecía fuerte y sólida, al apoyarnos la una en la otra, mientras que mi vista iba disminuyendo. Aún no lo había acabado de asimilar y me sentía inferior, inútil, una carga para mi familia.

¿Qué fue lo que me impulsó a seguir, a no tirar la toalla pese a todo?. Seguramente el momento en el cual aprendí a convertir mi odio y desprecio hacia mí misma en ganas de superar a mis compañeros “normales” y hacerles ver que podía estar a su altura aunque no viese y así hacerles tragar sus burlas. El apoyo y la ayuda inestimable de mi familia hicieron lo suyo, de hecho mas bien fueron determinantes, aunque sabía que en el fondo esto era también una dura prueba para ellos, porque no es fácil, de cara a la sociedad, aceptar que tienes un hijo minusválido (jamás me gustó esa palabra, es como si valieses menos que los demás).

Llegó el momento en que necesitaba bastón para moverme por la calle a plena luz del día; era como querer mirar a través de un cristal esmerilado, de esos translúcidos y blancos que solo te dejan ver bultos y de muy cerca. Y las ciudades españolas (sobretodo mi aldea tercermundista) no son un ejemplo de adaptabilidad, aunque por suerte eso va cambiando también. Gracias a la técnico en rehabilitación visual re-aprendí todas las habilidades de la vida diaria, desde encontrar la ropa, hasta cocinar, asearme, ir por la calle. Ana iba conmigo muchas veces, ayudándome a poner en práctica lo que aprendía.

Me apuntaba a cualquier actividad que se hiciese en la ONCE, desde convivencias hasta excursiones. Cada vez me sentía más a disgusto con la gente “normal” y prefería la compañía de mis semejantes, donde encontraba comprensión. Algo parecido les debe ocurrir a los gays y lesbianas que solo se mueven por el ambiente para evitar el rechazo de los heteros; es ir metiéndose en una especie de gueto que te separa del mundo “real”.

Y en la mayoría de dichas actividades coincidía con Ana. Tenerla cerca me hacía sentir bien y ella se alegraba muchísimo cuando oía mi voz. Hasta que me dí cuenta de que lo que sentía por ella iba más allá de la simple amistad: me había enamorado de ella. Pero me avergonzaba profundamente de lo que sentía.

Por suerte, al cabo de unos años, una intervención quirúrgica me quitó aquella molesta niebla que no me dejaba ver, aunque sigo necesitando el bastón por la noche, apenas tengo campo visual y solo me defiendo por un ojo.

Con el paso del tiempo fui tomando conciencia de mi valía personal, pero mi homosexualidad cada vez iba siendo un problema mayor; por desgracia me eché novio para ver si se me pasaba el problema, porque aunque tenía 18 años, no me había tocado nadie y pensé que al estar con un chico me volvería “normal”. Pero ni flores. Necesitaba contarle aquello a alguien de confianza, sacarlo de mi, como cuando te clavas una espinita en el pié y mientras caminas se te va clavando más y más en la carne y te duele.

Ana fué la primera persona con quien salí del armario. Una tarde fui a su casa y celebramos su cumpleaños, las dos solas. Aquella misma tarde me armé de valor y le confesé que, aunque estuviese con un chico, en el fondo me gustaban las chicas.

-Ya lo intuía -me dijo para mi sorpresa.

Yo me quedé de piedra, sin saber qué decir.

-¿Te gusta alguna chica ahora?. -me preguntó vacilante, como temiendo una respuesta afirmativa.

“La ocasión la pintan calva”, dicen. Y ahí me lancé.

-Si…tú.

Y nos besamos. Ella era la primera mujer que me besaba y yo la primera mujer que la besaba a ella. Aquel beso me supo mejor que cualquiera que mi novio pudiese haberme dado.

Pasó el tiempo, me fui a estudiar a Madrid y Ana y yo nos distanciamos un poco. Yo había dejado a mi novio, pero empecé a tontear con otros chicos, hasta que empecé a salir con uno, pero resultó ser un juego más que otra cosa. Hacía visitas fugaces a Chueca, a solas, pero alguien se dedicó a seguirme y me entró tanto miedo que dejé de ir. En aquel momento hubiese agradecido tener a alguien a quien contarle lo que me pasaba y que me hubiese acompañado. Las noches madrileñas pueden ser peligrosas, especialmente para una chica ciega.

Volví a mi casa porque la cosa en Madrid no salió bien y mi estado anímico era de lo peor. Y decidí buscar trabajo en mi pequeña ciudad montañesa, pero sin suerte. Así que me propuse estudiar un módulo de FP para ver si podía labrarme un buen futuro; lo que menos deseaba era estar siempre bajo el ala de mamá y papá, tenía unas ganas locas de volar.

Pero entonces ocurrió algo.

Toda mi vida me he preguntado para qué demonios había venido al mundo alguien como yo. Siempre me había sentido una inútil total y pensaba que no habría futuro para mí. Me costó años y muchas lágrimas aceptarme como persona con discapacidad. Antes me avergonzaba y trataba de pasar por “normal” sin conseguirlo (en realidad más que “normal” parecía retrasada, tropezándome y cayéndome todo el rato), pero acabé por aprender a reírme de mí misma y de mis limitaciones. Hasta que cierto día me di cuenta de que podría trabajar ayudando a otras personas como yo a ser personas independientes y útiles, que todo el dolor por el que había pasado no era patrimonio exclusivo mío, sino que no estaba sola, pese a todo. Y fue cuando decidí estudiar Terápia Ocupacional y trabajar rehabilitando a personas con un hándicap físico o sensorial. Como en su día hicieron conmigo.

Supongo que fue lo que los sabios y místicos llaman un “momento de iluminación”, un instante en que te paras a pensar en todo lo que te ha pasado, a encajar las piezas del puzzle y luego ves una puerta abierta en el fondo del sótano que te conduce a una salida. Fue cuando encontré lo que realmente daba sentido a mi vida.

Me sentí la persona más feliz de la Creación cuando ví mi nombre en la lista de admitidos.

Empecé la carrera con ilusión y muchísimas ganas. El despertador sonaba a las 4:45 (porque encima vivo a las afueras y hay un buen tramo hasta la estación), me colocaba los cascos con mi música favorita y muchas veces mi madre me pillaba bailoteando en la cocina de pura felicidad. Salía de casa a las 6 menos cuarto de la madrugada y volvía a las 7 de la tarde (sin piso de alquiler cerca de la Universidad, me tragaba 6 horas de bus todos los días, pero las aprovechaba para estudiar en el bus, al meterme los apuntes hablados en el MP3).

Regresaba cansada pero muy feliz. Estaba bien conmigo misma y eso se traducía en todas las demás áreas de mi vida. Logré sacarme los dos primeros cursos limpios, sin arrastrar asignaturas y con unas notas bastante altas. Y siendo la única estudiante con discapacidad de toda la carrera, que muchas veces me costaba seguir el ritmo de las clases, pero al final lo conseguía.

Tuve otro novio y mis padres se frotaban las manos al imaginarme ya casada. Pero cuando él y yo nos planteábamos irnos a vivir juntos, casarnos por la iglesia (en el sur suelen ser bastante beatos, con todo mi respeto), tener niños y él comenzó a mostrarse agresivo y problemático…me di cuenta de que el patio se me quedaba demasiado grande y pude parar a tiempo aquella vorágine que me conducía a un destino que en el fondo yo no deseaba.

Y decidí dejar de engañarme de una vez y aceptar que, a pesar de que pudiesen atraerme algunos chicos, lo que de verdad deseaba, a lo que en realidad yo aspiraba, era formar una familia con una mujer.

Echaba de menos a Ana. El día que ella me comunicó que estaba viviendo con un hombre se me cayó el mundo encima, aunque me aclaró que lo hizo por escapar de su casa, ya que vivía inmersa en un ambiente violento y hostil. Las cosas con nuestros hombres dejaron de funcionar y fue cuando decidí proponerle dejar de lado tanta farsa y atrevernos a vivir una vida en común.

Pero las desgracias no vienen solas, para colmo sufrí un accidente que me dejó postrada en la cama varios meses y que me obligó a quedarme en casa por algo más de un año (y a día de hoy aún persisten las secuelas), perdiendo dos cursos de carrera y dejándome completamente dependiente de los demás.

Perdí el número de Ana cuando tuve que resetear el móvil por un virus (atención a dejarse encendido el bluetooth…) y tras varias pruebas, muchísima rehabilitación, cuando me recuperé, pude volver a caminar y coger el bus y tuve oportunidad de ir a Alicante, fui para hablar con ella, ya que en año y medio no pudimos comunicarnos y no sabíamos nada la una de la otra.

Y cuando fui a su quiosco lo encontré vacío. Pregunté por ella al chico que estaba vendiendo cupones al lado y me dijo que estaba sustituyéndola; ella se había marchado a Tarragona a vivir con su madre y que no volvería por Alicante.

El viaje de vuelta a Alcoy lo pasé con “Cradle of filth” sonando en mis cascos a todo trapo y cuando llegué a casa me subí al ático y lloré como no había llorado en muchísimo tiempo, hasta que me dormí tirada en el suelo.

Tiempo más tarde, me atreví a salir del armario con mi hermano y aunque al principio le chocó, pues no se lo esperaba, se lo tomó muy bien, pues conoce a una pareja de chicas y para él la homosexualidad no supone ninguna “abominación” ni nada anormal.

Aunque había aceptado mi discapacidad desde hacía años, me seguía resistiendo a aceptar del todo mi lado bollo. Y como suele decirse “cuando el alumno está listo, aparece el maestro”.

Me encanta leer sobre culturas antiguas y sobre las mal llamadas “culturas salvajes”. Descubrí la existencia de los “berdaches” norteamericanos, de cómo en otras culturas menos “civilizadas”, en lugar de tratarnos como enfermos, se nos trata con respeto y hasta con reverencia (las personas “de doble espíritu”, como nos llaman, somos candidatas potenciales a chamanes…y ningún jefe de clan toma una decisión importante sin consultar con el chamán de turno). Eso me hizo ver la relatividad de las creencias que consideramos “La Verdad”, lo correcto, lo normal…

El documental “El Sexo de los Ángeles”, de Frank Toro, ya fue la guinda del pastel y si bien me hizo llorar en muchos momentos, cuando acabé de verlo me quedé con una sensación pletórica de orgullo respecto de lo que realmente yo soy: una mujer discapacitada que ama a otras mujeres.

Conocí a otra chica de la que me enamoré profundamente, la primera mujer con la que me acosté (con Ana hubo besos y manos traviesas que se perdían bajo la camiseta, pero nada más). Pero por razones que desconozco se inventó la historia de que la estaban acosando para que me dejase en paz a mí y acabé cansándome de que me tomase por imbécil.

Actualmente me falta solo 1 examen para terminar la carrera y ya me han llamado de varios lugares para trabajar, además de tener constancia de otros donde podría currar sin problemas. Tengo pensado irme fuera de la Comunidad Valenciana: además de que aquí no hay trabajo de lo que he estudiado, quiero hacerme cargo de mi misma y poder vivir mi homosexualidad lejos del alcance de mi familia, porque sé que no lo van a aceptar y ya de por sí son aficionados al siniestro deporte del chantáje emocional. Y no tengo amigos que dejar atrás, porque los que tenía desaparecieron misteriosamente tras salir del armario con ellos. ¿Los habrán abducido los marcianitos?.

Es por eso que aún sigo dentro del armario para mis padres, que no dejan de insistirme para que me “busque un buen chico y me case”, cuando yo lo que deseo es casarme, sí…pero con una mujer. Ya lo sabrán, pero cuando esté lo suficientemente lejos para que no puedan hacerme daño.

Y en el tema laboral deberé ser cuidadosa con querer salir del armario: a una mujer hetero no debe hacerle mucha gracia saber que a la terapeuta que le está colocando una férula o le está dando un masaje para quitarle la contractura de la espalda le gustan las ostras…

Sanidad es un campo delicado para salir del armario y se me puede complicar la cosa si acabo conviviendo con otra mujer. Pero ese es el camino que escojo transitar.

Y eso es más o menos cómo ha sido para mí vivir con una discapacidad y gustándome las mujeres. Y sé que mi odisea no ha acabado, sino que no hecho más que comenzar.

Me gustaría que mi testimonio pudiese dar a otros gays y lesbianas, discapacitad@s o no, el valor para seguir luchando hasta encontrar su sitio, en un mundo y una sociedad pensados por y para heterosexuales sanos.

No os rindáis nunca.

PD: perdón por las posibles faltas de ortografía, mi teclado braille vá como quiere y cuando quiere…