viernes, 25 de septiembre de 2015

Mi vida como un hombre gay con discapacidad

Fuente: vice.com

Este artículo fue publicado originalmente en Broadly, nuestra plataforma dedicada a las mujeres

Tengo 23 años y un chico con el que estoy saliendo está intentando meter su pene dentro de mi culo respetuosamente. Son las 15:00 y estoy bajo el cálido sol del verano; es bastante agradable. El chico que quiere follarme también es agradable (y sexy), pero no tiene ninguna posibilidad.

Su pene está cada vez más cerca de la entrada. Pienso: ¿De verdad estoy haciendo esto? ¡Ha pasado mucho tiempo!

Entonces, justo cuando siento luna ligera presión, decido abortar el asunto.

El chico lo entiende, o al menos finge hacerlo, y durante unos meses más los dos seguimos saliendo torpemente. No vuelve a intentar follar conmigo y yo me siento aliviado.

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Eso fue hace seis años. De los 18 a los 28 años nunca me acosté con nadie. En resumen, pasé diez años sin tener sexo anal, (el mismo tiempo que duró la serie Friends). A veces miro fotos mías a los 22, 23 o 24 y me cabreo con mi yo más joven. ¡Eras delgado y tenías el mundo a tus pies! Deberías haber echado todos los polvos del mundo. ¡Tenías músculos y ni siquiera hacías ejercicio para que te crecieran! Desperdicié mis 20 sintiéndome inútil y triste, y pensando que no merecía que me follaran. Tengo parálisis cerebral —un grupo de trastornos que afectan a la capacidad de moverse y mantener el equilibrio y la postura— y también soy muy gay. Esta combinación puede ser una sentencia de muerte para tu vida amorosa.

Creo que en parte la culpa de mi actitud derrotista la tiene Queer As Folk (una serie de televisión sobre cinco hombres gais). Cuando me topé con el DVD un día en Blockbuster, vi la primera temporada completa más rápido de lo que Brian Kinney se la mamó a todos los clientes del bar Babylon. Tenía 12 años, estaba en la cúspide de la pubertad y los calentones, y ver sexo gay fuera de un contexto porno fue revelador y emocionante; pero, como lo descubrí más tarde, también me jodió. Queer As Folk presentaba un mundo superficial, en el que sociópatas guapos con buenos culos echaban polvos alucinantes las 24 horas del día y los siete días de la semana, y había gais adorables e inteligentes por todas partes. El mensaje de la serie sobre la importancia de la perfección física fue contundente y claro para mí. Después de ver la enésima toma de unos abdominales perfectamente marcados, miraba hacia abajo a mi propio cuerpo, que no estaba marcado y además estaba cubierto de cicatrices de varias operaciones, y pensaba: Bueno, ¡estoy jodido!

Me gustaría poder decir que Queer as Folk mentía. Me gustaría poder decir que el mundo gay es amable e incluyente —nada parecido a esos monstruos de la serie—, pero, en gran medida, no lo es. Pronto me di cuenta de que en el mundo real los hombres gais actuaban de una manera elitista y prejuiciosa. Tener un buen cuerpo lo era todo. Pasé mis veinte en tres grandes ciudades llenas de gente atractiva, lo cual no me ayudó mucho a tener más probabilidades. Tal vez en Kentucky podría haber tenido alguna oportunidad, pero en un lugar como Nueva York, una ciudad que atrae a la gente más atractiva de Estados Unidos, yo era como un Grendel gay.

Tuve muchos amores no correspondidos. Sufrí muchos rechazos. Recuerdo un episodio que tuve que vivir a los 19 años. Estaba esperando en la cola de un bar gay con un amigo muy atractivo. Un tipo se acercó a nosotros, miró a mi amigo y dijo: «Joder, estás muy bueno». Luego se volvió hacia mí, arrugó la nariz y concluyó: «Y tú te pareces a Harry Potter».

Su rechazo me dolió, pero estaba acostumbrado a que los hombres se burlaran de mí. Unos meses antes había intentado acercarme a un chico que dijo que no podía besarme porque tenía la enfermedad de Lyme. Cuando tenía 24 años, mi mejor amiga y yo salimos con un tipo que me gustaba. Después de despedirnos, le envié un mensaje que decía: «¡Creo que me gustas!». Su respuesta fue: «Creo que me gusta tu mejor amiga, Caitie. ¡Es lo más!». Dos años después, traté de besar a un chico sueco muy guapo y él literalmente se tapó la boca con la mano.

Por supuesto, no siempre fracasaba. También disfruté de mi ración de sexo en plenas borracheras y salí con un par de tipos por aquí y por allá, pero siempre paraba las cosas antes de que se pusieran demasiado serias. Me quedé célibe en parte porque nadie increíble quería follarme, pero también porque tenía graves problemas de intimidad. Era un círculo vicioso. Ansiaba el afecto físico, pero en el momento en que un chico me tocaba, me asustaba y sentía que no lo merecía. El chico discapacitado gay NO puede disfrutar del sexo, pensaba. El chico discapacitado gay NO puede tener una relación.

¿Quién me podría culpar por sentirme de esta manera? Al crecer, las representaciones de los gais a mi alrededor me decían que yo era el peor candidato para la homosexualidad. No conocía a ningún gay con discapacidad. Nunca vi a homosexuales físicamente imperfectos en televisión. No había realmente ninguna representación de la discapacidad, además del niño de Breaking Bad. Cuando no ves ninguna versión de ti mismo, te enseñan a creer que no importas. Básicamente, estás «mal hecho».

Tardé mucho tiempo tener la autoestima suficiente para ir detrás los chicos que deseaba. Básicamente tuve que decirme a mí mismo: «ERES DIGNO DE QUE TE LA METAN» una y otra vez hasta que me lo creí. Una vez lo hice, conseguí un novio y las cosas mejoraron, pero de ninguna manera estoy «curado». El año pasado perdí 13 kilos y me obsesioné con hacer ejercicio. En el fondo, creo que quiero convertirme en un gay atractivo de Instagram y que los tíos me tengan en el punto de mira. Por supuesto, tengo una pareja estupenda y por fin practico el sexo con regularidad, pero aun así quiero publicar un selfie sin camisa para que un desconocido cualquiera me diga que se quiere correr en mi cara.

Podría lograr tener el mejor cuerpo del mundo y pese a ello no estaría a la altura. Puedo llegar a tener el mejor abdomen privándome de margaritas, puedo llegar a tener el culo perfecto haciendo sentadillas, pero mi cojera está aquí para quedarse y mis cicatrices no se van a ir a ningún lado. He avanzado mucho en cuanto a aceptar mi discapacidad: hace un año ni siquiera habría podido mencionar la parálisis cerebral en voz alta. Sin embargo, una parte de mí todavía quiere acabar con ella, arrancarla a base de sesiones de cardio. Pero cuanto más hablo de mi discapacidad, menos estigmatizado me siento, y ahí es cuando el cambio real puede suceder. Si le prestamos atención a los hombres gais con discapacidad, podemos eliminar el estigma y estos podrán dejar de sentirse avergonzados.

Pienso que los gais siempre serán superficiales y siempre querrán follar con alguien con cuerpo de gimnasio, pero si nos esforzamos en mostrar otros retratos del mundo gay, en el que tengan cabido tíos de aspecto normal, seré feliz. Porque no quiero volver a encender el televisor y ver otra vez a alguien como Jonathan Groff fingiendo sentirse avergonzado por quitarse la camisa. Esa mierda no está bien.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Homosexualidad y discapacidad: Vida y Plenitud


Hola, Soy BLAS y a partir de hoy tendré la oportunidad de escribir para #SoyHomosensual

¿Pero quién es este extraño que te hablará?

Bien, soy originario de Mérida, Yucatán, nací un 4 de Junio de 1988, (sí,ya tengo 27 años) egresado del IPN de la Licenciatura en Negocios Internacionales, con una familia poco habitual pero muy unida, de la cual ya tendré oportunidad de contarles. Radico y vivo sólo en el DF desde hace poco más de 8 años.

Alegre, dinámico, extrovertido, irreverente; para ser sincero una persona plena y feliz con su vida, sin embargo esto no ha sido así siempre, cuando llegué a este mundo las expectativas de mis padres no fueron satisfechas en su totalidad y, te aclaro que no me refiero al ser o no concebido, fui un niño esperado y planeado, pero llegué con un defecto de fábrica poco común.

El diagnóstico; no mentiré, desconcertó a propios y extraños, “parálisis cerebral infantil”, seguido de un… “Nunca podrá hablar, caminar o ser independiente“, para mis padres fue como si les hubieran hablado en chino, no lo entendieron y, para ser franco, creo que jamás lo hicieron, simplemente los médicos les comentaron que no existía cura y que lo único que podían hacer era rezar y rehabilitarme para atenuar los daños de mi padecimiento; por lo poco que sé, sí se tiraron al drama, lloraron, gritaron y sufrieron pero eso duró sólo lo necesario. Con el paso de los días y primeros meses mi mamá hizo y deshizo todo aquello que le decían para que yo estuviera bien, desde pasarme huevos hasta llevarme con cuánto médico le era posible ya que en ese momento la situación no era la mejor económicamente hablando, pero no les escribiré la enciclopedia del proceso ni mucho menos.

Esto no es ni será un capítulo de una telenovela, lo que les puedo decir es que casi tres años después de haber nacido, algunas cirugías y muchas horas de terapia y frustración después, logré ponerme por primera vez de pie, hablaba con claridad y todo comenzó a mejorar. Las terapias que mi madre me realizaba religiosamente tres veces al día, siete días a la semana y el entrenamiento estricto al que fui sometido por parte de mi papá, rindieron frutos positivos.

Los años siguieron pasando, el camino no fue fácil, la aceptación, el autoconocimiento y la autoestima se forjaron con el tiempo; eso lo contaré después si te parece, por ahora debes saber que logré concluir mi ciclo educativo desde el kinder hasta la universidad, comencé a trabajar formalmente desde los 17 años y la vida me sorprende todos los días.

Por favor, no me martirices, jajajaja… llevo una vida normal como cualquiera, voy, vengo, subo, bajo, hago y deshago de mi vida, claro está, siempre de una manera responsable… Bueno, casi siempre! Trabajo, voy al gimnasio, tengo hobbies, miedos, inquietudes y metas como todos y a diario hago lo posible para cumplirlas.

Te cuento que a lo largo de mi vida me he topado con grandes personas y oportunidades, por ello es que he decidido colaborar con un portal como #SoyHomosensual, serio, incluyente, mediático, socialmente responsable y que además de entretener a sus lectores también está comprometido con causas que buscan una sociedad más unida. A partir de hoy y si así me lo permites, compartiré de manera regular unas líneas sobre mi, mi vida, mi entorno… En pocas palabras, sobre quién soy.

Alguna vez mi padre me dijo: “la vida es complicada por naturaleza, debes entender que para ti será el doble de adversa, dependerá de ti, el cómo aprendas a vivirla” No se equivocó… Te invito a que sighomosexualidad y discapacidad y a que seas parte de mi vida, te pido que compartas conmigo qué es lo que sientes y piensas al respecto.
as esta columna sobre

Por ahora me despido diciéndote…

Soy Blas, soy #Homosensual… Y, sí, se puede tener una vida plena con una discapacidad. Nos leemos pronto.