lunes, 20 de julio de 2009

"Hartas de secretos y mentiras"

La pareja ha superado prejuicios y amenazas

Una gitana lesbiana y su novia, que padece una discapacidad física, se casaron ayer en el granadino Carmen de los Mártires en una ceremonia que supuso un reto a los prejuicios

CARLOS MORÁN. GRANADA
www.ideal.es

«Nos han dicho de todo:‘tortilleras’, ‘coja’... Nos han amenazado. Familiares nuestros se avergüenzan de nosotras. Hemos pasado mucho, pero aquí estamos, a punto de casarnos. ¡Con un par... de ovarios!». Hay vidas que son como un combate de boxeo. Rosario y Sara –son nombres ficticios; también pidieron que sus rostros no fueran fotografiados– lo saben bien. El día que se conocieron –va ya para siete años– se vieron forzadas a subir al cuadrilatero de los prejuicios y los tabúes. Rosario era gitana y Sara, con discapacidad: un defecto en una pierna hace que su caminar sea bamboleante. Rosario –que ahora tiene 23 años– y Sara –25– estaban enamoradas: la una de la otra. Se iban a hartar de recibir golpes bajos.

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«Fue un flechazo. Al principio, lo que más me gustó de ella fueron sus labios, su boca. Luego, todo lo demás», recuerda Rosario, a la que un amigo de correrías flamencas rebautizó como ‘Pequeña flor’. Aquel hombre acertó con un alias que parece sacado de una película de indios y vaqueros. Rosario es menuda, tenue, risueña y de piel morena, casi mulata. Impresiona que una personita tan delicada haya osado desafiar las leyes no escritas que maldicen el amor entre dos mujeres.
«Cuando canta, cambia totalmente. Es un terremoto. A mí lo que me atrajo de ella fue su voz. Bueno, también sus ojos», dice Sara, que no se cansa de ponderar los valores artísticos de su pareja.

Cuando se encontraron, Rosario tenía 16 años y Sara, 18. Ambas tenían claro que eran lesbianas, pero también que su romance no iba a ser entendido, sino combatido. Residían en una zona de Granada donde nada es fácil, un arrabal en el que malviven centenares de vecinos gitanos, payos e inmigrantes. Un gueto:paro, delincuencia, marginación, absentismo escolar... No era un entorno amable. Ymenos aún para dos chicas que lo único que querían era quererse en paz. Lo suyo no estaba bien visto por casi nadie. Pero para muchos calés, era peor que una blasfemia.

«Yo ya había tenido relaciones con otras gitanas. Pero ellas luego se han casado con hombres y han tenido hijos. Cuesta mucho dar el paso y más todavía entre los gitanos. Mi padre tiene 83 años y no lo entiende. Vive con nosotras, pero dice que es una vergüenza. Ni siquiera ha venido a la boda. No me importa», explica Rosario resignada, pero sin poder evitar una mueca de decepción. Sara también se ha acostumbrado a los desaires de su ‘suegro’. «Cada dos por tres, me dice que me da un millón de pesetas si dejo a su hija, pero yo ni caso. Los homosexuales se aceptan más fácilmente, se ve como una cosa de artistas. Pero a nosotras nos consideran enfermas, monstruos...».

Emoción cruda
Sara y ‘Pequeña Flor’ bajaron ayer del ring para subirse al altar. Se acabaron las relaciones furtivas en lo oscuro de las alamedas –«la gente alucinaría si supiera lo que hemos tenido que hacer para estar juntas o hacer el amor»–, los zarandeos y los días sin vino ni rosas.

En la ceremonia, celebrada en el palacio municipal del Carmen de los Mártires –curioso nombre para un lugar dedicado a acoger bodas civiles–, hubo un momento de emoción cruda. Fue cuando una amiga de la pareja entonó ‘SOS’, de la cantaora Mayte Martín –que la ha popularizado en un escalofriante dueto con ‘Falete’–. «Y no hagas caso de lo que diga la gente, tienen envidia, porque yo amo libremente, porque mi amor es como un pájaro silvestre, no se puede enjaular... Y vuela siempre buscando la fantasía, de nido en nido, como paloma ‘perdía’, estoy harta de secretos y mentiras...»

Sólo la parte final del discurso del ‘oficiante’, el concejal del PP José María Guadalupe, logró competir con aquel instante mágico y rabioso. «Sara, te bautizó hoy como roble con figura de ciprés, como el que plantó Juan de la Cruz en este carmen granadino. Y eres roble, porque eres fuerte y tenaz, y eres ciprés porque te has elevado con energía buscando el sol (...) Encontraréis dificultades y alguna que otra incomprensión. En cualquier caso, con vuestro ejemplo y responsable actitud os ganaréis el respeto y el cariño de todos». Ya Sara le asaltó una llorera inconsolable. Más de un invitado tragó saliva para frenar los sollozos que subían garganta arriba. Pocas veces se habrá visto una boda más verdadera y menos cursi.

Una lluvia de pétalos, peladillas –como manda la tradición gitana– y arroz saludó a las recién casadas, que piensan seguir pisando fuerte. Su próximo reto: ser madres. «Queremos tener un hijo. Yo pondré el óvulo y ella, el vientre. Y ‘palante’», anuncia Sara.

Con un par.

carlosmoran@ideal.es

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