Escrito por Andrea Vargas C. 01 de Julio de 2008
elportavoz.com
En términos generales, nuestra sociedad concibe la discapacidad como una obra del destino y no como una elección de la persona que vive con discapacidad. Por el contrario, la homosexualidad suele entenderse como algo “anormal” o “incorrecto” y se culpa a la persona homosexual por preferir esta condición sin importar lo que piensa o siente al respecto.
El panorama se complica más cuando hablamos de homosexuales, bisexuales, lesbianas o de personas trans que además tienen alguna discapacidad. Esto para algunos puede ser inconcebible. Primero, porque las personas con discapacidad usualmente se catalogan como seres asexuados, sin necesidad de tener una relación de pareja, o de ejercer libremente su sexualidad; mucho menos cuando esta sexualidad es compartida con personas de su mismo sexo.
Para muchos la combinación de “homosexualidad” y “discapacidad” implicaría una “gran tragedia” para una sola persona ya que ambos elementos se consideran desafortunados. En síntesis, la homosexualidad en la discapacidad ha permanecido invisible.
Pocos se han preguntado ¿Qué tienen que enfrentar las personas homosexuales con discapacidad? ¿Cómo manejan los sentimientos de culpa, frustración o miedo ante esta realidad?
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TESTIMONIOS
Mi nombre es Rocío, tengo 27 años, soy de México, ciega de nacimiento y lesbiana desde que tengo uso de razón.
Me considero una persona igual a cualquiera, tengo dos características que podrían significarme una distinción, pero es algo que he tratado de que la gente deje a un lado. Mi familia me ha enseñado a valerme por mi misma y tal vez por ese apoyo es que el decirles que soy lesbiana a mis hermanas no fue tan difícil como yo lo esperaba, lo más complicado para mí ha sido el encontrar pareja, ya que me he auxiliado de la red que no siempre es lo mejor, pues me han tocado experiencias tales como: las que se desaparecen cuando saben que eres ciega, las que fingen no llegar a la cita y no te contestan el teléfono, o las maravillosas mujeres que han estado en mi vida haciéndome feliz y rompiendo sus propios miedos de cómo tratar a una persona ciega.
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Es muy contradictorio pues yo muchas veces me he preguntado por qué cuando salgo a algún café de ambiente, no corro con la misma suerte que las demás y recibo algún mensajito o la visita en mi mesa de otra chica interesada. Sin duda, hay mucho por hacer y entre eso más lugares de convivencia gay y una conciencia cívica sobre la gente homosexual pero sobre todo, sobre la gente ciega. Todas mis parejas las he conocido por Internet y me quedo con la recompensa de haber dejado algo en su vida, de haber dejado siempre lo mejor de mi, entregando el 100% y demostrándoles a ellas y a mí misma, que puedo estar con cualquier persona sin importar mi ceguera.
Soy Miguel y escribo desde Valencia (España), soy una persona con ceguera total y tengo 41 años.
Yo no me he sentido especialmente discriminado en la comunidad gay por ser ciego, aunque es verdad que la gente sobre todo al principio, se cohíbe un poco conmigo, me atrevería a decir que se cohíben más que la gente heterosexual. Es cierto que muchos gays sólo quieren relacionarse con chicos guapos y “perfectos”, pero afortunadamente no son todos. Lo que más me costó fue decirle a mi familia, sobre todo a mi madre, que soy gay. Lo mejor ha sido la aceptación de mis amigos y al final también de mi familia.
En cuanto a las leyes, creo que en España vamos por el buen camino, aunque falta que la gente vaya cambiando su percepción de la gente gay y que pierda el miedo a los diferentes.
Mujer, 39 años, deficiencia neurológica.
Las personas con discapacidad, somos catalogadas ingenuamente como seres de una dimensión desconocida, casi serafines, niños eternos, santos, vírgenes y mártires inmolados, totalmente asexuados o no deseados. La sexualidad es una característica intrínseca de todos los seres humanos. Para muchas personas con discapacidad, ésta es una verdad invisibilizada o negada. Es acaso, que tenemos también la capacidad “disminuida” para amar y ser amadas, de proporcionar y experimentar placer y satisfacción, en la más profunda entrega.
Me enfrenté con tres inconvenientes, ¿cuáles? Ser mujer, persona con discapacidad y con una preferencia erótica-afectiva diferente, ¡vaya combinación y osadía! Esta es mi forma de vida, es lo que siento, a la par de quien vibro y con quien quiero compartir mi existencia.Se irrespeta nuestra individualidad, rechazando lo que somos, nuestras historias de vida y valor como personas. Estamos expuestas a la homofobia generalizada, la fuerte presión del ocultamiento de nuestra condición, la tragedia familiar, la imposibilidad de participación en muchos espacios, incluso los religiosos, entre otros. No somos vistos como sujetos de bienandanza, sino más bien, chuecos en muchos aspectos.
Mi vivencia, nada entre dos aguas: en el ambiente soy discapacitada y para el colectivo con discapacidad, soy homosexual, ¡experiencia interesante! Una minoría dentro de otra minoría, es patético cuando nos convertimos en segregadoras de otros, igualmente menospreciados.
Disyuntiva: ¿Orgullo o desventura gay? Yo sigo luchando por la reivindicación, por el derecho a ser libre, independiente, amada, valorada y respetada. Mi determinación: ¡Quiero hacer camino al andar! Hay mucho que recorrer, así que celebremos este día, eso sí, recordando siempre dedicarnos a disfrutar del arte de innovar paradigmas.
Soy una persona con discapacidad, gay y además HIV+ .
Actualmente trato de luchar contra tres tipos diferentes de discriminación, por mi discapacidad, por mis preferencias sexuales y por mi enfermedad. Vivir con una discapacidad visual y una orientación sexual distinta a la de la mayoría, ambas a la vez, en ocasiones se convierte en algo muy duro de llevar. Uno se ve obligado prácticamente a convertirse en actor, para ser quien no soy, para mentir cuando me preguntan por mis novias y para vivir una vida de apariencias que no es la mía. He trabajado en varias organizaciones de personas con discapacidad y por eso hay que cuidarse. Muchísima gente me conoce y yo siento que el nivel de homofobia aquí en Costa Rica es muy fuerte, incluso entre un buen número de compañeros y compañeras con discapacidad.
Dicen que ser gay y tener una discapacidad supone una doble discriminación y yo lo atestiguo. Soy un joven profesional y pienso que en el ámbito laboral esto es muy cierto. Quienes tenemos una discapacidad nos vemos obligados a presentarnos como personas igual o quizás el doble de competitivas y eficaces en comparación con quienes no tienen discapacidad. De lo contrario los empleadores nos harían a un lado. Y súmele a eso si se dieran cuenta que tenemos una orientación sexual diferente a la mayoría.
Tanto las personas con discapacidad como las personas homosexuales, son dos poblaciones que luchan por la defensa de sus derechos humanos. Por tanto se supone que ambas repudian la discriminación hacia los demás. Sin embargo, si a mí me preguntaran: ¿quién discrimina más, las personas con discapacidad o la comunidad homosexual? Tengo que decir que ambas se discriminan mutuamente. Según mi percepción las personas con discapacidad suelen discriminar con más fuerza a las personas homosexuales. Es menos frecuente que los gays y lesbianas discriminen a una persona con discapacidad, aunque en ocasiones a veces lo hacen.
Creo que lo más difícil ha sido la relación con mi familia. Producto de mi discapacidad visual, mis padres siempre me han sobreprotegido, pero desde que se dieron cuenta de mi orientación sexual esto ha sido peor. Aunque ya tengo 30 años, mis padres están excesivamente pendientes de dónde me encuentro y con quién estoy. Con frecuencia pasan hablando de moral como para que uno entienda la indirecta, pero lo que ellos no entienden es que yo no escogí ser gay y que la orientación sexual no es un asunto solamente de moral. La sexualidad es inherente a la persona y es algo que yo no puedo cambiar.
La orientación sexual es algo que todos y todas ya traemos definido, casi desde el momento en que nacemos. Desgraciadamente, el común de las personas no entiende eso y se lanza de buenas a primeras con sus juicios moralistas, diciendo que eso es malo y nos hacen a un lado.
En síntesis, ya que no puedo cambiar ni mi discapacidad, ni mi orientación sexual, por más que quisiera cambiarlas, lo único que puedo hacer es pedir tolerancia, aceptación y respeto. Sólo queremos que nos acepten tal como somos. Las personas homosexuales no somos bichos raros. No somos enfermos sexuales, ni tampoco somos piedras que no sienten. Somos seres humanos con emociones, sentimientos, con ganas de vivir, con anhelos, con necesidad de amar y sentirnos amados.
En mi opinión, el cambio que se necesita es cultural. De nada sirve aprobar leyes en el congreso si la sociedad va a seguir discriminándonos. Ojalá sigamos el ejemplo de Nuestro Señor Jesucristo, en quien creo profundamente. Cuando él vino a la tierra nunca juzgó a nadie. A todos y todas les llamó hermanos y siempre les tendió su mano llena de amor, perdón, comprensión y consuelo. ¿Es tan difícil seguir su ejemplo?